Comparto este artículo sobre la amenaza de que el espacio radioeléctrico reservado para la televisión sea suprimido en esta década en Europa:
2023: una amenaza para la cultura y el servicio público audiovisual El espacio radioeléctrico, este vasto territorio invisible por el que circulan las emisiones radiofónicas, televisivas, el wifi de nuestro hogar o la conexión telefónica de nuestro móvil, está periódicamente afectado por el reparto entre sus operadores. Desde hace unos años, los servicios de conexión de banda ancha han ido sumando y sumando territorios en este espacio. Ahora, una de las bandas de frecuencias –zonas concretas de este espacio– reservada a las emisiones televisivas –la TDT– y las conexiones de los micrófonos inalámbricos y equipamientos vinculados, corren el riesgo de cambiar de manos y provocar un auténtico estruendo en el ecosistema audiovisual y cultural europeo. De hecho, en la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones, que se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos a finales del próximo año, se podrían tomar acuerdos que borraran las emisiones televisivas a partir de 2030. Hace pocas semanas se hizo público un manifiesto conjunto de televisiones y empresas TIC europeas, liderado por la Unión Europea de Radiodifusión, en el que se advierte de este riesgo y se reclama que esto no ocurra de ninguna manera. En una línea similar se han posicionado las grandes empresas vinculadas a las tecnologías de comunicación inalámbrica, indispensables para las actividades culturales en directo, desde conciertos multitudinarios a conferencias. Unas conexiones de audio que trabajan en las mismas frecuencias que la TDT y que, por cuestiones técnicas que ahora no voy a detallar, no pueden ser sustituibles por otras que ofrezcan las mismas garantías y prestaciones. Por eso, unos y otros reclaman que esta franja del espacio radioeléctrico (la banda sub-700 MHz) sea considerada como “frecuencias culturales”, y por tanto protegida ahora y en el futuro. Televisión: larga vida a un actor fundamental para el audiovisual europeo Si hablamos de la televisión, ciertamente la conexión por la antena, individual o colectiva, debe dejar de ser la única protagonista. La televisión conectada ha abierto el paso al que muchos hogares vean la tele por internet. Pero muchas no quiere decir la mayoría y menos casi todas. El escenario no es uniforme en Europa. Mientras en España o en Italia más del 50% de la recepción televisiva de los hogares proviene de los centros emisores de la TDT, en Portugal o Bélgica su porcentaje es casi residual. Y sabemos también que la televisión lineal, la TDT, tampoco monopoliza el consumo audiovisual como hace unos años, y menos en las franjas más jóvenes, directamente volcadas en los operadores de OTT y en las plataformas y redes sociales, de la ya clásica YouTube en TikTok, Twitch o Instagram. Vale, pero la televisión lineal, la de “toda la vida”, tiene futuro por delante si sabe combinar con acierto una atractiva oferta, donde los programas se conviertan en auténticos acontecimientos atractivos para las nuevas generaciones y técnicamente no deje de evolucionar en cuanto a las mismas emisiones radioeléctricas: en breve todos los canales en alta definición, la posibilidad de canales 4K y la futura recepción en los móviles vía difusión 5G. Y también que evolucione en su capacidad de combinación, de hibridación, con la banda ancha, con un HbbTV que aún espera que se apueste en firme, como ya han hecho países como Alemania. Fuera del continente, en Estados Unidos la televisión lineal también se ha planteado invalidar la sentencia de muerte que le dictó hace unos años Reed Hastings, el factótum de Netflix, con la puesta en marcha del Nextgen TV –o ATSC 3.0 (que es la denominación de su nuevo estándar de emisión digital) y que ya ofrece canales en 4K y que cuenta con el soporte de los principales fabricantes mundiales de pantallas de televisión. A todo esto cabe subrayar que la TDT es la garantía a un acceso universal y gratuito a contenidos audiovisuales, sean informativos, culturales, de ocio o de lo que sea. Y si se quita la TDT del terreno de juego, el ecosistema audiovisual europeo y en especial las televisiones públicas quedarían arrinconadas frente a unas plataformas internacionales, las cuales ya han entrado en una guerra abierta ante la certeza de que los ingresos por suscripción no pueden compensar, ni ahora ni nunca, el brutal crecimiento de inversiones en nuevos contenidos. La reciente cancelación anunciada por HBO Max de gran parte de los proyectos de nuevas producciones en suelo europeo es un aviso de lo que puede venir, y un argumento más a favor de preservar las televisiones públicas como actores de peso del panorama audiovisual. Lo que será muy complicado con las malas perspectivas macroeconómicas para Europa y la tentación de adelgazar las vías de financiación pública de estas corporaciones. La muy reciente supresión del canon para la financiación de los medios públicos franceses, la redevance audiovisuelle, es un muy mal síntoma de lo que puede venir. Artículo publicado en el portal informativo comunicacio21.cat: https://comunicacio21.cat/opinio/2023-u ... ondeminas/
2030: ¿Fin de la TDT en Europa?
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